lunes, 27 de enero de 2014

Dos íntimas amigas descubrieron que son hijas del mismo donante de esperma








25/01/14


Se conocieron en la facultad de EE.UU. y se hicieron

amigas. Por una casualidad lograron averiguar que 

son hermanas.

El recurso es un clásico de las charlas entre amigas. Un par
de coincidencias, algunos gustos en común, quizás algún
detalle físico similar y sale la muletilla: “Vos y yo debemos
ser hermanas gordi, no podemos ser tan tan iguales”.
Sigue con una risa y un brindis y termina ahí.
Bueno, no siempre. Esta semana se conoció la historia de
dos amigas en Estados Unidos que, de tanto hacer el
mismo chiste, se pusieron a investigar y descubrieron que
eran hijas del mismo padre biológico.
Mikayla Stern-Ellis y Emily Nappi, de 19 y 18 años
respectivamente, son las hermanitas que acaban de
enterarse de la noticia.
Las dos son hijas de parejas lesbianas, que eligieron
 el mismo centro de fertilización asistida de Los Angeles 
para concebirlas a principios de los ‘90.
También eligieron el mismo donante. Emily vive en San
Francisco, Mikayla en San Diego, y podrían no haberse
cruzado jamás, pero la casualidad hizo que elijan la misma universidad de Nueva Orleans, ubicada a más de 3500
kilómetros de donde ellas se criaron. Esa fue la primera
coincidencia. De muchísimas.
Empezaron a estudiar el año pasado en la Universidad de
Tulane. Mientras buscaba compañera de cuarto, Mikayla
se quedó sorprendida de la cantidad de similitudes que
 tenía con el perfil de Emily. No solamente por el amor
hacia el teatro, sino por el parecido físico. Le ofreció
compartir dormitorio, pero ella ya tenía cuarto.
Igual se agregaron a Facebook, y empezaron a saludarse
en los pasillos de la universidad. Hasta ahí, eran solo
conocidas.
Para el Día del padre, Mikayla publicó en su muro de 
Facebook que su padre biológico era un donante de 
nacionalidad colombiana, y a Emily le pareció raro.
“No te asustes, pero quizás tengamos el mismo donante”,
le comentó ella. Era muy tirado de los pelos,y ambas
se rieron del asunto. Pero a medida que fue pasando
el año, comenzaron a verse más seguido. Durante el
llamado Black Friday –el viernes de noviembre donde
todos los locales de Estados Unidos ofrecen descuentos
de hasta el 70%– se encontraron en un tour de
compras que había organizado la universidad. Cada una
había pasado la tarde de shopping con su grupo de
amigas y, al encontrarse en el colectivo de regreso,
vieron que habían comprado el mismo suéter pero en
diferente color.
Para el receso de invierno, las chicas volvieron a sus
casas y comentaron con sus familias sobre lo parecidas
que eran entre sí, además de mostrar algunas fotos
que se habían sacado. “De los 1000 donantes que
había en ese momento, solamente uno era colombiano”,
contó Debra Stern-Ellis, madre de Mikayla, en una
entrevista con el diario de la Universidad de Tulane.
“Por eso, cuando nos mostró las fotos de ella y Emily,
les recomendamos que su familia también busque el
número de donante”. Así fue. Mikayla estaba
esperando en un turno con el médico cuando le
llegaron dos mensajes de texto casi en simultáneo.
Uno era de su madre y el otro era de Emily. Los dos
tenían un código de donante. Y los dos tenían el
mismo número.
Las chicas nacieron a mediados de los ‘90, cuando los
hijos de parejas lesbianas todavía no eran algo común,
y no estaba tan en claro la legislación. Debra y Heidi,
las madres de Mikayla, eligieron ir a una clínica de
fertilización para conseguir un donante anónimo por
miedo a que teniendo un donante conocido, en un
futuro éste pudiera reclamarles la paternidad.
Lo mismo impulsó a Roxana e Italia Nappi, madres
de Emily: “Teníamos miedo de que con un donante X,
éste pudiera volver y sacarnos a nuestra hija”,
comentaron a la prensa. Esa fue la primera coincidencia
de la cadena.
Luego de enterarse de la noticia, las dos hermanitas
comenzaron a festejar, pero no pudieron verse hasta
que terminaron las vacaciones de invierno.
Al cruzarse en los pasillos de la universidad, lo 
primero que hicieron fue darse un abrazo emocionado.
“Tenemos que ponernos al tanto en un montón de
cosas”, dijo Emily. “Es increíble. Vivimos a un piso de
distancia, en el mismo colegio, mismo campus y misma
ciudad”, comentó Mikayla.
Ahora, las familias están planeando una reunión para
conocerse en marzo. Desde que se enteraron de la
noticia, no se despegan del teléfono y están todo el
día mensajeando entre ellas. Y como todo buen par
de hermanas, además, ya empezaron a prestarse
la ropa.


Diario CLARIN- Buenos Aires. Argentina.

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