lunes, 27 de enero de 2014

Donación de gametos-mirada de una socióloga


Técnicas de Reproducción Asistida

Mercados - Dignidades
http://www.monicapuga.com/mercados.htm
Carolina Puga[1]
Barcelona, Junio de 2006
El problema de la semillita
¿De dónde vienen los niños?. La pregunta que poco a poco estaba 
comenzando a ser de más fácil respuesta para los padres, 
vuelve a complicarse.
Los niños pueden venir de la unión sexual de mamá y papá,de su 
unión no sexual (o sea, de sus óvulos y espermatozoides unidos 
en una inseminación artificial o fecundación in vitro), de mamá 
y un donante de semen, de papá y una donante de óvulos, 
de dos donantes y el vientre de mamá, de dos donantes y una 
tercera mujer que nos prestó su útero…
Las nuevas y no tan nuevas pautas en reproducción irrumpen 
hoy en nuestra sociedad con una fuerza que responde no solo 
al avance de la ciencia sino también a los problemas 
demográficos[2]Están socialmente aceptadas, legalmente 
legitimadas y forman parte de las prestaciones otorgadas por 
muchos sistemas sanitarios públicos.

La manera vertiginosa en la que se han incrementado los 
procedimientos y las posibilidades (no solo para quienes desean 
ser padres sino también para quienes pueden plantearse una 
donación), así como también las decisiones a tomar a nivel 
político, jurídico y económico hacen de la revisión constante 
de sus términos una tarea no solo necesaria sino 
permanentemente urgente. Los problemas y planteos de estas 
nuevas opciones exceden ya lo meramente jurídico o médico 
y reclaman el compromiso de otros sectores.

Casi como en un estallido, el antiguo cuento de la semillita 
se ha descompuesto en una multiplicidad de diferentes relatos 
cuyos protagonistas no son ya dos o tres. Madres y padres 
sociales, donantes, madres subrogadas, médicos, científicos, 
el Estado, la justicia y, no lo olvidemos, niños y niñas por nacer 
configuran un escenario complejo con múltiples posibilidades 
de abordaje. Este artículo intentará brindar algunos elementos 
y líneas que permitan un análisis serio y crítico que, creemos, 
no debe hacerse esperar.

Mercantilización de la reproducción 
humana y medicina del deseo

Los procesos de procreación mediante reproducción asistida 
tienen dos principales diferencias con la procreación mediante 
la unión sexual de un hombre y una mujer: la primera es 
que dicha reproducción es no-sexual. La ciencia y la medicina 
hacen realidad de este modo la fantasía omnipotente que 
hasta hace poco quedaba relegada a la mitología o a la 
literatura: la de la concepción sin relación sexual. 
Pero lejos de desaparecer, el sexo ha crecido en importancia 
(o al menos mantiene la que tenía). 
Ha estallado en miles de partículas y está en todas partes: 
está en la tv, está en las revistas, es la palabra más buscada 
en internet, está contemplado en la sanidad pública, tiene 
rubros específicos en los periódicos y zonas en las ciudades… 
La función social del sexo aparece cada vez más desligada 
de su función reproductora llegando esta disociación que 
tan favorable fue años atrás a sus límites.

La segunda diferencia es que, con la reproducción artificial, 
la procreación deja de ser cosa de dos, y para llevar a cabo 
los procesos que la conforman surge la necesidad de un tercero
La sociedad, este tercero nominal que engloba múltiples 
actores, puede posicionarse de diferentes maneras frente a la 
imposibilidad de procrear de un hombre, una mujer o una pareja 
y a su demanda de intervención. En ella se tejen complejas redes 
de poder que permiten proteger más o menos, a unos o a otros. 
Aparecen los personajes fuertes y los vulnerables, y el intento de 
análisis crítico de cada uno de ellos nos permitirá seguramente 
acercarnos con más claridad al problema.

En el año 2000, el Consejo de Europa anunció en su Convenio 
de Bioética que el cuerpo humano y sus partes, como tales, 
no deberán ser objetos de lucro.

Hoy, las clínicas de reproducción asistida se multiplican a ritmo 
acelerado no solo en Europa sino en el resto del globo. 
¿Qué es lo que ha pasado a diferencia de hace unos pocos años 
para que esto suceda? ¿son más los hombres y mujeres infértiles?. 
Sin duda, la demanda de los servicios que brindan estas clínicas 
también ha crecido pero no podemos adjudicar esto directamente 
a uncrecimiento de la infertilidad. Tampoco podemos
adjudicarlo al avance de la ciencia en estos temas que, aunque 
también vertiginoso, es bastante anterior. Por alguna razón, 
cada vez son más los lugares que están dispuestos a ofrecer 
(y las personas dispuestas a demandar) procedimientos que hasta 
el día de hoy son poco sencillos, inseguros y muchas veces 
traumáticos para quienes a ellos se someten.

Las sumas de dinero que movilizan estos procedimientos no son 
nada desdeñables. Los tratamientos de reproducción asistida 
son largos y costosos (cada tratamiento puede llegar a los 9.000 
euros, necesitándose en general más de uno[3]),tanto desde el 
punto de vista de los profesionales de la salud que trabajan en 
elloscomo desde el punto de vista de los insumos y maquinarias 
que se necesitan.

Por último, el lenguaje, eterno delator,  nos cuenta que el semen 
se guarda en “bancos” y que los embriones son “productos”.

Estos factores (y otros que enunciaré más adelante)parecerían 
indicar que asistimos a una 
mercantilización de la reproducción humana[4].

No se trata de buscar culpables ni de crear fantasmas sino, muy 
por el contrario, de llamar a los profesionales y no profesionales 
que en ello trabajan (sin duda motivados por las mejores 
intenciones) a una reflexión profunda,crítica, seria y humanizan 
acerca del propio lugar en el proceso y del proceso mismo.

La salud es objeto de lucro y, dentro de este contexto,la salud 
reproductiva y sus diferentes campos, pueden serlo también.

Donación de semen, donación de ovocitos, inseminación artificial,
fertilización in vitro, maternidad subrogada y un largo etcétera. 
Es imposible negar que a cada uno de estos conceptos corresponde 
un valor en metálico, independientemente de la justificación de ese 
valor (por el tratamiento, “por la molestia de”, etc.). 
Se trata, entonces, de desenmascarar. De nombrar para liberar. 
Solo una vez asumida la faceta mercantil de los procesos de 
reproducción asistida y reconocido un papel al intercambio en lo 
que en definitiva es la concepción de un nuevo ser podremos hacer 
un examen crítico  y a conciencia de los temas que rondan el hecho.

¿Y por qué urge asumir esta mercantilización de la reproducción 
humana?. Primeramente, porque el lugar de los procesos 
económicos en los tratamientos de reproducción asistida no es un 
lugar menor, de modo que si vamos a hablar de éstos, debemos 
hablar de todos sus componentes y facetas. Segundo y principal, 
porque, en nuestras sociedades, si las condiciones están dadas y 
dejamos que así suceda, cualquier tipo de procedimiento puede 
tomar por sí solo la lógica de la rentabilidad económica. O sea, 
que solo asumiendo esta realidad innegable y posicionándonos 
frente a ella podremos, si es que así lo deseamos, intentar que 
la mano que mueve los procedimientos de reproducción asistida 
sea una diferente a la mano que mueve el mercado.

Asistimos hoy, por un lado, a la magnificación una genética y 
una medicina que parecería que todo lo pueden y, por otro, a 
su canalización más absoluta, a su manoseo, su manipulación y, 
como venimos diciendo, mercantilización.

La crisis de ciertos valores ha llevado a subvertir el sentido 
de la obligación médica de curar y proteger la vida en favor 
de la satisfacción de los deseos individuales o de los 
determinados por factores del orden económico. 
La medicina del deseo, al servicio de la voluntad más 
individual, con una ética también individualista, la escindida 
de su rol social y muchas veces negadora del lugar que ocupan 
muchos de los actores del proceso (los donantes, los niños) 
es la medicina dispuesta a todo o casi todo para satisfacer 
ese deseo. Es la medicina de las partes y no de la globalidad.

La medicina del deseo no es, sin lugar a duda, la medicina de 
la subjetividad. Aún tratando de satisfacer un deseo individual, 
este tipo de práctica no tiene en cuenta ni la historia personal 
de quienes demandan tratamiento ni atiende a las causas y 
razones por fuera de las fronteras físicas.

Tanto ésta medicina del deseo como la mercantilización de la 
reproducción humana antes dicha (cuyo desglose es con fines 
meramente analíticos, dado que en la realidad ambos fenómenos 
aparecen interrelacionados) convierten a la práctica médica en 
una práctica objetualizante y ubican a la mujer y su cuerpo 
(más allá de que nominalmente ésta sea quien demanda 
la intervención) en un lugar especialmente vulnerable.

Se impone para algunos de esta manera, un trabajo 
humanizante tanto en la ciencia como en la medicina que 
deberá estar basado en lineamientos bioéticos que pongan 
por delante de todo la dignidad humana. Tanto la individual 
y la social, como la más global de la que pocas veces hablamos: 
nuestra dignidad como especie.

Sobre los donantes
Todos los procedimientos para una reproducción asistida 
pueden hacerse de forma heterónimaes decir con un gameto 
de la parte demandante de tratamiento (sea de la misma mujer 
o de su pareja) y otro de un donante.
Por tener un fin reproductor, la donación de óvulos y esperma 
cobra un estatus diferente a otro tipo de donaciones. Es uno de 
los temas más controvertidos a tratar por la bioética dado que 
sus consecuencias no solo son perdurables en el tiempo sino 
también… humanas.
¿Qué hay detrás de la donación de gametos sexuales? 
¿qué rol social cumplen los donantes? 
¿cuán informado es el consentimiento? 
¿qué se pretende con su anonimato?. 
La cuestión del donante es central si queremos llegar a fondo 
del tema de la reproducción asistida. 
Al contrario de lo que sucede con la mercantilización de la 
reproducción humana, el tema de los donantes y todo lo que lo 
rodea no está tan finamente enmascarado, es decir, que 
podemos encontrar en él aristas y grietas que nos permitan llegar 
a conocer y reconocer, a develar, ciertos aspectos en su profundidad.

El trasfondo moral de la donación
Para comenzar a delinear una función social del donante 
deberíamos pensar: ¿por qué se reclaman sus gametos?. 
Sus gametos se reclaman o bien porque los de una pareja no 
pueden llegar a buen término (casos de esterilidad de una o 
ambas partes o de incompatibilidad inmunológica entre el esperma 
y las secreciones vaginales)  o bien porque tal pareja no existe 
(caso de la madre sin pareja o con pareja de igual sexo).

Como sea, y si intentamos posicionarnos en un lugar 
mínimamente despojado de la moral de nuestro tiempo (tarea
mas que difícil pero vale el intento), en la muchos casos, el 
embrión fruto de una parte demandante y un donante puede llegar
término sin la intervención médica. 
Esto es, por ejemplo, que al hijo fruto de una inseminación 
artificial del óvulo de una mujer fértil y el semen de un donante 
puede llegarse mediante una simple relación sexual 
(frecuente solución a la infertilidad masculina en algunas 
sociedades primitivas). 
Las representaciones acerca de la sexualidad y lo que éstas 
determinan socialmente exceden los fines de este análisis. 
Solo diremos que, desde cierto punto de vista, algunos 
procedimientos de reproducción asistida parecerían 
obedecer a las lógicas patriarcales de siempre. 
Y es bajo estas lógicas que se crea toda una amplísima red 
en la cual el centro no es nada menos que la intervención 
del cuerpo femenino. 
Como ya dijimos, los tratamientos pueden ser dolorosos y 
estresantes, además de no exitosos en la mayoría de los 
casos. Una vez dado el consentimiento, que cabría preguntarse 
cuan informado es, la mujer pierde en absoluto el control sobre 
el propio cuerpo y la nueva opción puede, desde cierta óptica, 
convertirse en nueva forma de opresión.

De esta manera, la función del donante no solo estaría signada 
por el hecho de poseer algo que los demás necesitan (sus óvulos 
o espermatozoides) sino que el mismo hecho de donar 
(y no de entregar ese algo de otra forma, 
como la relación sexual) tendría un fondo moral.

La donación como hecho altruista
Si miramos del otro lado, encontramos  otra pregunta 
de bastante más difícil respuesta: 
¿De qué tiene voluntad el o la donante? 
¿Qué deseo cumple al donar?.

“Cumple un deseo altruista”, diría el pensamiento en base al cual 
están diseñadas las políticas y leyes respecto al tema. 
“Cumple el deseo del gesto solidario de ‘regalar’ algo que le ‘sobra’ 
para que quienes no pueden tengan la posibilidad de ser padres”.

En marzo de 1999 un anuncio publicado en las universidades más 
prestigiosas de Estados Unidos ofrecía 50.000 dólares 
(actualmente en España la paga oscila los 700 euros) a la joven 
que, respondiendo a ciertas características, estuviera 
dispuesta a donar sus óvulos. Fueron 200 las universitarias que 
se presentaron ante Darlene y Thomas Pinkerton, los abogados 
de quienes procedía la oferta hecha en nombre de clientes 
sin identificar. No nos aporta mucho esta noticia en sí sino 
comparándola con un hecho anterior: cinco meses antes 
(en octubre de 1998) se había colocado el mismo anuncio sin 
mencionar la compensación material… seis fueron aquella vez 
las altruistas[5].

El argumento de la donación como gesto solidario es, entonces, 
la primera grieta que encontramos a la hora de hablar de donantes. 
Si comparamos este hecho con, por ejemplo, la donación de un 
riñón, podemos ver que esta última también es considerada un 
hecho solidario. El procedimiento para extraer un riñón de donante 
es bastante más complicado que el utilizado para obtener un óvulo, 
por no hablar del esperma. Sin embargo, la donación de riñones 
no es remunerada bajo ningún tipo de concepto. También está 
bastante claro que, en general, el acto altruista de donar un riñón 
previo a la muerte clínica suele estar atravesado por lazos afectivos 
con el receptor y no se pide otra cosa.

Si comparamos ahora con la donación de sangre, de extracción 
mucho más simple, podemos observar que, aunque los casos 
de necesidad de sangre suelen tener una gravedad y una 
urgencia que los de semen u óvulos no tienen, tampoco se 
paga por ella nada.

No caben dudas de que, a los fines de curar, nuestra sociedad 
necesita más urgentemente y más (numéricamente) donantes 
de órganos o sangre que donantes de gametos sexuales. 
Entonces… ¿por qué se ofrece dinero a cambio de los segundos 
y no de los primeros? ¿por qué se considera una “molestia” 
que hay que remunerar a la donación de semen y no a la 
de sangre, si supuestamente ambos son actos igualmente 
altruistas? ¿donarían las jóvenes sus óvulos a cambio de nada 
cuando lo que está en juego es la intervención del propio 
cuerpo?. Seis universitarias estadounidenses sí… 
¿sería suficiente con ellas para llevar adelante una clínica de 
reproducción asistida?...

La donación de gametos sexuales como acto puramente altruista 
“hace agua” por donde se la mire. La verdad es que los donantes 
reciben un dinero jamás pensado en otro tipo de donaciones… 
e infinitamente menor al que pagan los demandantes. 
Es el médico o la clínica quien media entre esta oferta y demanda 
en la cual los gametos sexuales parecerían ser materia prima 
indispensable para llegar al “producto”- embrión.

Ante toda esta evidencia, sin embargo, tanto la medicina como 
el derecho siguen aludiendo a la donación como gesto solidario. 
Y es que si aceptamos como mínimo la duda de una posible 
motivación económica en el donante, deberíamos también 
asumir a este personaje como actor vulnerable dentro del proceso.

Sobre el anonimato
El color de los ojos, el peso, enfermedades infantiles, profesión, 
historia familiar… todo se puede saber acerca de un donante de 
gametos sexuales… todo menos su nombre. La cuestión del 
anonimato de los donantes es quizás la grieta más oscura de 
todas a la hora de hablar de reproducción asistida.

Más allá de lo que nos convoca, el secreto respecto de un tema 
(sea cual fuere), ya no en el nivel de lo personal/individual sino 
en el de lo institucional, es asunto delicado. Si bien los secretos 
institucionales existen y existieron siempre; en general, no 
suelen estar incorporados al sistema de normas de la institución. 
De esta manera, podemos decir en primer lugar que el secreto 
respecto de la identidad del donante de gametos sexuales aparece:
1.  Como secreto institucionalizado, o sea, anclado en las 
mismas normas y reglas de la sociedad y no en voluntades 
individuales.
2.  Como secreto legitimado: aceptado como conforme a las leyes 
y a la justicia, percibido como lícito y genuino.

¿Qué hay detrás de este secreto? Su legitimidad y obligatoriedad 
nos sugieren una vital importancia… ¿Por qué? ¿Para quién? 
¿Qué es tan apremiante para que el secreto exceda la esfera 
individual (los padres que no quieren contarle al niño) y 
se transforme en norma?.

Posicionándonos del lado de la familia (esto es, de los padres 
demandantes de tratamiento y del niño nacido), no hay motivo 
para pensar en la necesidad de anonimato. El secreto (o no) acerca 
del origen de un niño siempre ha pertenecido a la esfera privada 
(pensemos por ejemplo en hijos adoptados, hijos de un 
padre/madre diferente al que los cría a los que se decide no 
revelarles la verdad) y no hay motivo para que deje de pertenecer 
a este ámbito.

Desde la óptica del donante, algunos argumentan que éste no 
tiene intención de procrear… ¿Podemos pensar entonces que 
el anonimato exime de la efectiva procreación biológica?. 
Por supuesto que no. Sí puede eximir de las consecuencias o 
responsabilidades que este hecho pueda tener en un futuro.

El anonimato, desde la óptica del donante, es un recurso 
negador, infantilizante, desresponsabilizador. La pregunta 
ahora es qué pasaría si la donación no fuera anónima… 
¿Asumirían todos los donantes la responsabilidad de que 
en unos años aparezcan personas queriendo conocer a 
sus padres biológicos?.

Siguiendo la línea del apartado anterior, podemos pensar 
que si la donación es un acto altruista, el donante 
estaría orgulloso de haber ayudado a padres infértiles a 
procrear… ¿por qué habría entonces de ocultarse?.

La verdad es que develar la identidad del donante 
llevaría al mismo lugar que no remunerar la donación: 
a la disminución de donantes… a la pérdida de “materia prima”.

Además, este anonimato tiene una pretensión: déjalo y olvídate. 
Nadie sabrá que lo has hecho ni tú sabrás qué ha pasado. 
El donante debe ser invisible.

Ciertamente, no podemos pensar que el secreto consentido libra 
de la dimensión ética propia de cada persona: la realidad es que 
los jóvenes donantes sí se convierten en padres biológicos. 
De cada sociedad dependerá la carga que le ponga a la existencia 
de descendencia genética de un donante… 
pero no la descendencia en sí. Los niños fruto de donantes están, 
existen. Se sepa o no el nombre de quienes donan.

La pregunta es ahora si es posible lograr o no esta pretensión 
negadora. Es muy difícil pensar que en nuestras sociedades, 
en las cuales los hijos ocupan un papel fundamental en los 
proyectos, las aspiraciones, los mandatos sociales, etc. el hecho de 
tener una descendencia genética ocupe un lugar rezagado.

La donante de óvulos y el donante de semen quedan así expuestos 
a fantasías que podrían tener desagradables consecuencias 
psíquicas: no solo las fantasías de multipaternidad o multimaternidad 
y las relacionadas con posibles embriones de uno esperando nacer 
sino, y por sobre todo, las fantasías que se rondan un tabu de tanta 
carga en casi todas las culturas como es el del incesto. De la misma 
manera que nada asegura, por ejemplo, que una pareja de 
personas nacidas con gametos donados no sean biológicamente 
hermanos, tampoco se asegura que una pareja con diferencia de 
edad no tenga relaciones de filiación genética. Aunque quizás remota, 
esta posibilidad abre una puerta a fantasías que podrían dañar 
psicológicamente a un individuo o empeorar un problema ya existente.

De esta manera, la vulnerabilidad de la figura del donante quedaría 
signada por tres factores: primero, por el hecho de que reciba una 
remuneración, segundo, por la pretensión de invisibilidad de su 
función y, por ultimo, por su exposición y abandono a fantasías 
dudosamente saludables.

Además, y no menos importante, se viola su derecho a la identidad 
familiar genética, no permitiéndole indagar en su posible 
descendencia, pero este tema se tratará con más profundidad en el 
apartado que sigue.

El niño: el sujeto sin voz
En las discusiones sobre donación de gametos hay una voz que aún 
no se ha hecho escuchar. El niño o, mejor, la persona nacida fruto 
de gametos donados es, quizás, el actor más vulnerable de de los 
nombrados hasta ahora. Indefenso, sin voz ni capacidad de decisión, 
el niño requiere un compromiso por parte de todos: el de 
anticiparnos a su reclamo, el de velar por sus intereses.

Los derechos fundamentales del niño engendrado están escasa o 
nulamente contemplados en las leyes. El interés y la seguridad 
del menor no priman por sobre los derechos de las personas que 
acuden a la donación para satisfacer su “deseo de hijo”.

Siguiendo la lógica de la mercantilización de la reproducción, 
al menos antes de su nacimiento, el niño – producto es tratado 
como objeto transable, intercambiable.

Al no estar su derecho debidamente contemplado en las leyes, 
no se garantiza, en primer lugar, que el niño no sea discriminado 
por cuestiones de raza o género. Esto se da por el hecho de que 
los padres puedan elegir tanto los rasgos físicos como el sexo de 
quien va a nacer.

Tampoco se vela por su salud mental, al no contemplarse los 
posibles sucesos psicológicamente traumáticos que puedan
generar tanto la realidad de un sujeto que se pregunta 
por su origen biológico (como, por ejemplo, las ya mencionadas 
fantasías incestuosas), como la situación de inestabilidad social 
y jurídica.

Pero sin lugar a dudas el derecho violado por excelencia en lo 
que respecta al sujeto por nacer es suderecho a la identidad.

Ricardo Oppenheim, describe el derecho a la identidad como  
“el derecho que tiene todo individuo de conocer el modo en que 
fue concebido, su carga genética y la posibilidad, en su caso, 
de identificar y localizar a aquellos que le dieron vida, 
sea en forma natural o por haber aportado material reproductivo”[6].

El derecho a la identidad de un niño puede violarse de 
muchas maneras: cambiándole el nombre, la edad, 
negándole el derecho a conocer su propia historia, 
sus orígenes…

Con la donación anónima de gametos sexuales se viola, 
primero, el derecho a la identidad genética
Pero, no menos importante, también se viola el derecho 
a la identidad familiar genética; es decir, el derecho que 
tendrían los niños y niñas a indagar en la existencia de 
posibles hermanos biológicos. Esto se aplicaría también 
al caso de los embriones congelados.

Como ya dijimos, los gametos sexuales pueden ser 
manipulados de tal forma que se pueda determinar 
el sexo del ser que es concebido. También puede 
determinarse el sexo del embrión mediante la 
extracción de una célula, a poco de ser concebido, y 
cambiar esta por otra para alterar su identidad sexual 
o invertirla totalmente. En ambos casos, además de lo 
antedicho respecto de la elección de sexo, se está 
violando el derecho a la identidad sexual genética.

Las normas consienten en este caso un vacío
el de la historia del niño. La historia del niño aparece 
como historia rota, vacía. Historia que comienza 
desde cero. El niño nacido de gametos sexuales 
donados es un niño sin historia genética. Y, lo más 
importante, es un niño al que se le niega su derecho 
sobre esa propia historia.

Por su lado, tanto los padres como el mismo 
donante también se ven privados de esos derechos 
identitarios (conocer la historia familiar genética de 
sus hijos e indagar en su descendencia, 
respectivamente), no siendo a nuestro entender un 
factor importante el hecho del consentimiento informado 
o el conocimiento a priori de las reglas, dado que debería 
contemplarse la posibilidad de una decisión o inquietud 
madurada en el tiempo respecto de estos temas.

La forma en la que se están llevando a cabo los 
procedimientos en reproducción asistida, no el acto en sí 
sino la manera en la que se lo está tratando económica y 
jurídicamente, quizás esté poniendo demasiado en juego 
la dignidad del niño por nacer. “Las cosas – dice Kant – 
tienen precio, los hombres, dignidad”[7]. La dignidad 
consiste en ser valioso por sí mismo, y no por relación 
con otros, y, en consecuencia, en reclamar y obtener 
un respeto incondicionado. Es la dignidad la que nos 
protege de la cosificación, de convertirnos en objetos, 
productos, de tener una existencia instrumentalizada 
como medio para los deseos de otro… así este otro 
sean nuestros padres.

Un sujeto que no ha nacido no puede hacerse oír. 
No se trata de hacer nuestra su voz sino de que el día 
que nazca tenga garantizada, como mínimo, esa dignidad.

A modo de conclusión
Muchas veces, y este es el caso, el avance científico 
nos obliga a replantearnos cosas que en otros momentos 
de la historia se daban por resueltas de forma natural.

Perseguida por el mercado, la ética debe anteponerse 
instalando en la sociedad un debate social informado. 
Todo lo analizado en este artículo, agregado a una 
absoluta desigualdad en el acceso a las técnicas de 
reproducción asistida (que desarma aún más el 
argumento del altruismo) indica que las prácticas, 
procesos y normativas que rodean  el nacimiento 
de estos niños y niñas está quizás demasiado 
atravesado por intereses económicos y de mercado.

No se trata aquí de juzgar ni las técnicas ni el mercado 
en sí, sino de expresar que muchas veces las 
necesidades del mercado pueden arrasar con otro 
tipo de imperativos, en este caso de vital importancia. 
Anteponernos con nuestra ética y nuestros valores a 
esas necesidades es lo que apremia. Y apremia porque, 
de no hacerlo, de no reflexionar críticamente y actuar 
para que las prioridades no sean las mercantiles, será 
demasiado lo perdido.

El derecho a la vida y a la paternidad no es de 
ninguna manera el derecho a generar vida a cualquier precio. 
Arrasar con la salud física y mental y la dignidad de donantes 
y niños, pero también de madres y padres, estamos seguras, 
no es lo que queremos darnos como sociedad.

Si algunos piensan que el ser humano no es bueno 
por naturaleza, otros pensamos que puede serlo por cultura, 
modificando a su antojo la vida que se da a sí y a sus 
congéneres. Asumir el lugar de la crítica es también 
asumir la intención de esta modificación, que deberá 
ser profundamente consciente.

 
Bibliografía
1-“La terapia con donación de óvulos se duplica en cinco años al 
ser necesaria en la fecundación in vitro”. Europa Press, 
9 de mayo de 2006.
2-Moya, J. “Una ley gravemente perniciosa”. Marzo, 2006.
 En: www.speropress.com.
3-Minyerski, N. “Adopción y procreación asistida”. Ponencia para
 las 1ras Jornadas Nacionales de Bioética y Derecho. Buenos Aires, 
2000. En: www.aaba.org.ar/bi170p53.htm
4-Associació Catalana d´Estudis Bioètics (ACEB). Campañas de 
donación de óvulos (editorial). Junio, 2000.
Enwww.aceb.org/editoriales/0600_cs.htm
5-Martinez Sospedra, M. “Los niños terapéuticos”. 
En: El País, Comunidad Valenciana. 25/5/2004
6-Casado, M. “Reproducción humana asistida: los problemas que 
suscita desde la bioética y el derecho”. Barcelona, 1997. 
En:www.bib.uab.es/pub/papers/02102862n53p37.pdf
6-López Moratalla, N. “Las células madre embrionarias no sirven 
para curar ni para investigar”.
En: Revista Alba No. 19. Madrid, enero 2006.
7-Grupo de opinión del Observatori de Bioética y Dret Parc 
Cientific de Barcelona. “Documento sobre donación de ovocitos”. 
Barcelona, 2001. En: www.ub.es/fildt/archivos/Ovocitos.pdf
8-Amnistía Internacional. “Mujeres, violencia y salud” 
(Documento año 2005). En: www.amnesty.org.
9-Médicos del Mundo. “IX Informe sobre Exclusión Social” 
(Documento año 2004). En: www.medicosdelmundo.org.
10-“La terapia con donación de óvulos se duplica en cinco años 
al ser necesaria en la fecundación in vitro”. 
Europa Press, 9 de mayo de 2006.
11-“La terapia con donación de óvulos se ha duplicado en cinco 
años en España”. Jano on Line, 15 de mayo de 2006. 
En:www.new.masson.es
12-“España: país favorito de los británicos que buscan donantes 
de óvulos” Diario de León. 19 de mayo de 2006. 
En:www.diariodeleon.es.
13-Tristán, R. “España, destino de oro del turismo de fertilidad”. 
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26-Fuentes, M. “Mujeres y salud desde el sur”. 
Ed Icaria. Barcelona, mayo 2001.


[1] Carolina Puga es socióloga especializada en migraciones
[2] Cabe recordar que el gran auge de la reproducción asistida 
se da en simultaneo con el de la adopción internacional.
[3] Datos obtenidos del Instituto Valenciano de Infertilidad 
(IVI). www.ivi.es.
[4] También podría pensarse en esta mercantilización respecto 
de las grandes sumas de dinero que requiere la adopción hoy día.
[5] Associació Catalana d´Estudis Bioètics (ACEB). 
Campañas de donación de óvulos (editorial). Junio 2000.
Enhttp://www.aceb.org/editoriales/0600_cs.htm.
[6] Oppenheim, R. ¿De qué hablamos cuando nos referimos 
al derecho de identidad en los casos de fecundación humana 
asistida?.
 En: Minyerski, N. “Adopción y procreación asistida”. 
Ponencia para las 1ras Jornadas Nacionales de Bioética y Derecho. 
En: http://www.aaba.org.ar/bi170p53.htm . Buenos Aires, 2000.
[7] Kant, E. En: Martinez Sospedra, M. “Los niños terapéuticos”. 
En: El País, Comunidad Valenciana. 25/5/2004

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